¿Se acuerdan de un anuncio de champú en el que salía Norma Duval y acababa diciendo «Por Norma»? Yo tampoco. No recordarlo es normal, porque ni siquiera sale en el Google, ni ningún ‘enfermo’ lo ha colgado en el Youtube. Y ahora si no estás en Youtube (y tienes millones de visitas) es que no has existido.

Pues en el Barça desde hace una semana todo lo hacemos «Por Norman», nuestro último fantástico (perdón, que ya no se puede decir fantástico). Presentado como una auténtica ‘vedette’ de la arquitectura, los que mandan en Can Barça se han encargado de convencernos de que Foster es la leche (cuando yo pensaba que era una cerveza). Qué contento se veía a Joan Laporta al lado de Norman. Y el arquitecto también estaba contento, aunque a él se le supone, no olvidemos que duerme cada noche con la doctora Ochoa.

Ahora bien, para tratarse de unas simples reformas, ¿hacía falta irse a buscar a uno tan caro? ¿Dónde está nuestra catalanidad? Espero que la directiva haya pensado en cómo sacar provecho a tal dispendio. Por ejemplo, podrían aprovechar la presencia de Foster por Barcelona para encargarle proyectos de reformas de cualquier socio ‘culé’. Me encantaría oír al socio 10.573 -es un decir- explicando a su compañero de asiento: «Pues tendrías que ver la reforma que me ha hecho del lavabo el Foster este… Me lo ha alicatado hasta el techo y las ‘racholas’ cambian de color cuando levanto la tapa del váter».

Y por el mismo precio, antes de cada partido unos consejillos sexuales de la doctora Ochoa por los videomarcadores del nuevo estadio. Por si el socio -o la socia- no se desahoga lo suficiente en el campo.

Yo no tengo ni idea de arquitectura. Pero reconozco que el proyecto de Norman me gusta. Sobre todo por las luces de colores… que espero que funcionen con energía solar porque a Foster alguien le habrá explicado cómo está nuestra red eléctrica.

Algún mal pensado dice que a ver si con tantas luces alguno confunde el estadio con una discoteca. Tampoco estaría mal. Al final de cada partido bajaría una bola de espejos desde el centro del estadio y los jugadores recién duchados ya podrían salir directamente a la pista a divertirse. Y Laporta en el palco para controlarlos. ¿Qué más se puede pedir? Arquitectura y diversión. No se veía nada igual desde el Tente

Jordi Évole – 29/09/2007 03:00

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